A pesar de la prevalencia del deterioro cognitivo en un país cada vez más envejecido, como es España, y de las terribles consecuencias sobre la calidad de vida de las personas que la sufren, existe una tasa significativa de infradiagnóstico en torno a ella. Una situación motivada por la falta de enfermeras para la la detección precoz de la enfermedad y que provoca el retraso en el inicio del tratamiento, lo que implica un desarrollo más rápido del deterioro cognitivo.
Para abordar el deterioro cognitivo y sus síntomas de una forma multidisciplinar e integral, diversos expertos han participado en el último webinar “Intervención multidisciplinar integral en el deterioro cognitivo. Patología mental grave”, celebrado por el Instituto Superior de Formación Sanitaria (ISFOS) del Consejo General de Enfermería (CGE) y con la colaboración de Boehringer Ingelheim. Durante dos horas de formación, expertos en la materia han hablado de las bases fundamentales de este trastorno, la intervención enfermera como clave para realizar una detección precoz de la enfermedad y el binomio enfermera-familia, que actúan como aliados terapéuticos, formando una red de apoyo y cuidados que ofrece la estabilidad que necesita el paciente.
“El cerebro, al igual que el resto del cuerpo, cambia con la edad. Muchas personas notan que se vuelven más olvidadizas a medida que envejecen. Pueden tardar más en pensar en una palabra o recordar el nombre de una persona. El problema es que, en un primer momento, se piensa que ‘son cosas de la edad’. Se normaliza, y no se plantea que detrás de estos olvidos puede encontrarse la enfermedad de Alzhéimer u otros tipos de demencias. Como profesionales sanitarios es muy importante que las enfermeras estemos formadas e informadas de las necesidades que tienen estos pacientes, tanto en la detección precoz como en la estimulación cognitiva, en el control de su salud física y mental o en el apoyo emocional que precisan”, explica Pilar Fernández, directora de ISFOS.
Diagnóstico enfermero
“Uno de los problemas en torno al diagnóstico es el tiempo que transcurre desde que una persona acude a consulta con un proceso patológico y cuando el deterioro cognitivo se detecta. Hace años no se hacía una detección temprana del deterioro cognitivo. De hecho, a día de hoy, asegurar el grado en que una persona presenta esta afección es delicado por la complejidad en su definición, no ya por cómo está montado nuestro sistema de salud, sino porque a veces solamente mencionándolo no se hace otra actuación”, continúa Mercedes Peña Granjer, supervisora de la Unidad de Psiquiatría de Adultos y CFM del Hospital Universitario Gregorio Marañón (Madrid). Otro de los problemas por los que el deterioro cognitivo es infradiagnosticado es por la escasez de enfermeras pues, “esta patología realmente requiere de una actuación enfermera que cada vez tiene que ser mayor, y el problema es que aún no lo ha logrado ser”, asegura la supervisora.
Los cuidados enfermeros de estos pacientes van a depender de la valoración y el diagnóstico que realizan los profesionales sanitarios, que dependiendo de la patología serán especialistas en Salud Mental o enfermeras generalistas. “Primero vemos las áreas afectadas. En la mayoría de los casos hablamos de la memoria, pero también hay otros procesos cognitivos, como es el pensamiento, que pueden verse afectados. Trabajamos el lenguaje, la memoria (con terapias de reminiscencia ayudamos a recordar al paciente) y con terapias de lectura y de expresión verbal y no verbal trabajamos las áreas de comprensión”, explica esta enfermera.
Aliado terapéutico
En el abordaje del deterioro cognitivo la familia juega un rol fundamental, actuando como cuidadores principales. Se convierte en la aliada terapéutica de las enfermeras, pues son una extensión de estas profesionales y de sus cuidados. “Tienen un apoyo emocional y psicológico fundamental para el paciente. Está demostrado que las relaciones familiares sólidas generan un entorno afectivo de mayor calidad y esto contribuye a mejorar la calidad de vida del paciente. Para las enfermeras su rol de ayuda es esencial, son nuestros aliados terapéuticos. Nos ayudan en la detección temprana, en la estimulación cognitiva y en el control de la salud física y emocional del paciente”, afirma Julio González Luis, enfermero de Urgencias de Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón.
Tras el diagnóstico, enfermeras y familia forman una red de apoyo para los pacientes. “Esta alianza se basa en un binomio, una relación de dos, donde los sanitarios ofrecemos a los cuidadores mucha educación para la salud”, sigue. Sin embargo, las familias también necesitan unos cuidados específicos. “Cuando detectamos esa sobrecarga del cuidador, ofrecemos a las familias un espacio terapéutico para que puedan desahogarse y hablar de las dificultades que están teniendo. Les damos un espacio libre y seguro en el que puedan hablar sin sentirse juzgados”, explica este enfermero de Urgencias psiquiátricas.
En este sentido, las enfermeras no solo cuidan del paciente, sino también de las familias que actúan como cuidadores principales. “Impartimos talleres de cómo hacer cambios posturales más ergonómicos, ofrecemos talleres emocionales para trabajar con ellos la salud mental, también actividades más prácticas de educación para la salud, para que sepan controlar aspectos básicos de higiene del sueño, alimentación, ejercicio o estimulación cognitiva. La clave es entender la importancia de cuidar al que cuida, para así poder atender mejor al paciente con deterioro cognitivo. El rol de las enfermeras es fundamental, no solo con la educación para la salud, sino como soporte afectivo y emocional del cuidador”, concluye el enfermero.